
Artículo originalmente publicado en Témpora Magazine:
En la comarca natural del Campo de Cartagena, al sur de las próximas aguas del Mar Menor, se encuentra ubicado el monasterio de San Ginés de la Jara. Este lugar llamado el Rincón de San Ginés ha dado como fruto una serie de creencias y devociones que quedan como testigo de las mentalidades, no solo de la sociedad cristiana medieval, sino también de la sociedad andalusí e incluso de la islámica en general.
El Liber Peregrinationis, libro V de la compilación del siglo XII llamada Liber Sancti Iacobi, es una guía para el peregrino medieval en la que se incluye una serie de datos de gran utilidad para la peregrinación a Santiago de Compostela a través del Camino francés. En ella, en un capítulo dedicado a las visitas a los cuerpos de los santos, se menciona la leyenda de San Ginés y la localización de parte de sus restos en las proximidades de Cartagena:
“El mismo santo, apenas hubo sido degollado, cogió su cabeza con sus propias manos y la arrojó al Ródano, y llevó su cuerpo por el río hasta la iglesia de San Honorato, en donde honrosamente yace. Su cabeza, en cambio, corriendo por el Ródano y por el mar llegó, guiada por ángeles, hasta la ciudad española de Cartagena, en donde ahora descansa espléndidamente y obra muchos milagros. Su festividad se celebra el 25 de agosto.”

Pese a que existen diferentes versiones que difieren de esta historia respecto a la figura de San Ginés de la Jara, como en la que se dice que sobrevivió milagrosamente a un naufragio próximo a las costas de Cabo de Palos y en la que se vincula al santo con la familia de Carlomagno, es cada vez más clara la vinculación de éste con Ginés de Arlés, escribano público que fue perseguido en el siglo III por negarse a firmar unas cartas de persecución contra los cristianos y que tuvo el fatídico final que señala el Liber Peregrinationis.
Tras la conquista castellana de Cartagena en 1246, Alfonso X establece a un grupo de agustinos de Santa María de Cornelia de Conflent en el Rincón de San Ginés, donde fundaría un convento agustino antes de 1260. Tras el largo pleito existente durante el siglo XIII entre la Orden de San Agustín y el obispado y cabildo de Cartagena por la propiedad de este convento, tenemos un testimonio de Alfonso XI que señala la existencia de un privilegio que confirma que este lugar fue fundado por su bisabuelo para esta orden. Desde que en el siglo XIV la propiedad cayera sobre el obispado y cabildo de Cartagena, estos designan un capellán para atender el culto y a los peregrinos, ya que, durante este siglo y los venideros, será cuando aumente la peregrinación a la zona y la devoción por el santo. Ya en el siglo XV se produce un aumento de eremitorios en el entorno, sobre todo en el Monte Miral, debido al creciente número de gente piadosa que buscaba penitencia en este entorno. A la misma vez se construyen nuevas torres y muros en el convento para proteger a los peregrinos de esta inhóspita y peligrosa tierra, llevando a los concejos de Cartagena, Murcia y Orihuela a tomar diferentes medidas para la protección de los peregrinos frente a los piratas y corsarios que buscaban su cautividad.
Juan Chacón, Adelantado Mayor del Reino de Murcia, consiguió durante el reinado de los Reyes Católicos y por mediación del papa Inocencio VIII una bula papal en 1491 que le concedía el patronato de San Ginés de la Jara, permitiendo así establecer allí a la orden franciscana. Desde esta fecha y hasta la expropiación de este lugar en 1835 permanecerá en poder de esta orden, siendo durante su presencia cuando se hagan las diferentes construcciones y modificaciones que acabarán definiendo el actual monasterio: la iglesia, el claustro, los oratorios, la huerta conventual, la torre del campanario, la capilla de San Antonio… A partir de la desamortización del edificio en el siglo XIX, comenzará el principio del fin de este del mismo al sufrir una paulatina ruina que, sobre todo a partir de la década de los treinta del siglo pasado, seguirá en aumento hasta estos últimos años.

Lo que está claro es que este lugar ubicado en el sureste peninsular se convirtió en un centro de devoción de toda la cristiandad por la fama de milagrero del santo. Pero, ¿solo lo fue para la creencia cristiana y a partir de la conquista castellana del Reino de Murcia en el siglo XIII? Existen un gran número de evidencias que parecen demostrar la existencia de un culto musulmán a una mártir o santona islámica enterrada en este mismo lugar, siendo una posible continuación de un culto mozárabe anterior al siglo XI, o incluso de origen visigodo o hispanorromano.
Con la ocupación de al-Andalus por parte de las dinastías norteafricanas se ha interpretado que, en el mismo lugar donde existiría una pequeña ermita mozárabe, almorávides y/o almohades podrían haber construido una rábita, un ribat o una zawiya, continuando así este culto fuertemente arraigado. Posiblemente este edificio fue reutilizado por Alfonso X para la construcción del convento de los agustinos. Numerosos datos nos hacen pensar que, tanto cristianos como musulmanes, rindieron culto a una misma figura que se adaptaría a las mentalidades y creencias de las gentes del lugar según las circunstancias políticas y culturales del momento.
De hecho, en el manuscrito del siglo XV llamado La Vida e Estoria del Bien Aventurado Sennor San Ginés de la Xara, del Campo de Cartagena se incluyen cuatro milagros del santo que reflejan que esta obra tuvo influencia directa o indirecta de un manuscrito o de la tradición oral de época andalusí. Entre estos indicios podríamos señalar: las fechas contadas en los años de la Hégira, el empleo de topónimos islámicos, el milagro de sanar ‹‹a vn moro del Reyno de Granada›› y datos históricos del periodo islámico en el entorno de Murcia entre los siglos VIII y XI, así como numerosas alusiones a una población y vegetación abundante en el Campo de Cartagena, solo posible en época islámica como queda patente en los numerosos rahales (cortijos) que hace referencia el Libro del Repartimiento de Murcia del siglo XIII.

Algunas voces han sido interpretadas de origen islámico como el topónimo ‹‹Jara›› (posible al-sara: bosque o lugar poblado de árboles), o el lugar mencionado en el entorno por Hazim al-Qartayanni en el siglo XIII, al-Dayr (‹‹el monasterio››). Pero sin duda serán al-Udri, en el siglo XI, y al-Himyari, en el siglo XV, los que nos ofrezcan los datos más interesantes al relatarnos como los restos de una mujer mártir fueron desenterrados del lugar en el siglo XI:
“se cuenta, entre otras curiosidades, que hay cerca de Cartagena un convento que guarda los restos de una mártir muy venerada en el país. Su tumba está coronada por una cúpula, cuya cima está atravesada por una lumbrera. Ningún pájaro puede volar sobre esta cúpula: en efecto, si pasa por encima, una fuerza determinada por esta lumbrera lo atrae y le hace caer dentro de la cúpula. En el año 414 (1023-1024), un grupo de cristianos del país de los francos llegó en un barco que había navegado hasta este mausoleo; exhumaron la mártir y se llevaron los despojos.”

Otra referencia a esta vinculación de la población islámica con el culto de este lugar es que, tras la conversión forzosa de los musulmanes al cristianismo por la pragmática de los Reyes Católicos del 14 de febrero de 1502, un gran número de los convertidos en la ciudad de Murcia constituyeron la Cofradía de San Ginés y su mezquita pasó a estar bajo la advocación de este santo. Aquí observamos la continuación de esta veneración, pero ya no solo de los mudéjares, sino de los moriscos, personificándose en San Ginés la devoción que había anteriormente al sepulcro de un santón o santona islámica en el mismo lugar.
Durante la Edad Moderna existen diferentes referencias que hace alusión a la vinculación de los moriscos con el culto a este santo. Palabras como las de fray Pablo Ortega en 1740 o Joseph Patricio Moraleja y Navarro en 1752, no hacen más que reflejar la influencia que tienen en los moriscos la figura de este santo, llegando a pensar estos que era pariente del profeta Mahoma. Merecen aquí mención las palabras del Padre Huélamo en 1607:
“No quiero passar en silencio, lo que no se puede oyr sin risa, y es, que las Moras Africanas, y Berberiscos que ay en Murcia y Carthagena, y por esta tierra (y aun en parte de África) tienen por cierto, que Sant Ginés fue de su tierra. Y aun dizen ellas que fue Morabito. Y como a tal le reuerencian, y offrecen muy buenas limosnas y offrendas. Y muchas dellas (como yo lo he visto) lleuan en los cabos de sus tocas, por reliquia muy estimada, tierra de su santa casa.”
De hecho la romería a San Ginés de la Jara, celebrada cada 25 de agosto y recuperada en el siglo XX, de la cual se tiene constancia en periodo bajomedieval y, sobre todo, en época moderna, muestra también un nexo de unión entre las dos creencias. Un buen ejemplo de ello son las palabras del anteriormente mencionado fray Pablo Ortega en 1740 al decir:
“admira el extremado afecto, con que le veneran, y obsequian, hasta los Moros, haciéndole, de continuo, grandes limosnas; principalmente el día 25 de Agosto, que se celebra su Fiesta, con Induho Apostólico: que concurren a solemnizar su día, no sólo los Moros, y Moras, que se hallan Esclavos en todo este Reyno, que son muchos, sino es también algunos, que suelen venir, de intento, de varias partes de Berbería. Explicanse, diciendo: que es San Ginés el mayor Santo, y más piadoso, que ay en el Cielo: pues no solo atiende a las peticiones, y suplicas de los Fieles Moros, si también de los christianos: y al fin, hechando todo el resto a su expresión, y elogio, dicen, que San Gines, estar Pariente de su Gran Profeta Mahoma.”
Lejos queda ya esa visión idílica del sitio, ese oasis de verdor que observaba el Licenciado Cascales en el siglo XVI ante la imperante aridez de la zona. Hoy el monasterio de San Ginés de la Jara, abandonado a su suerte, ha quedado relegado a una situación que no merece, ni por su valor artístico ni, sobre todo, por el importantísimo legado cultural que atesora entre sus paredes y su entorno, testigo de la devoción y de las creencias de las dos principales religiones que durante el Medievo poblaron el sureste peninsular. Todo sea porque este lugar recupere, con la mayor celeridad posible, el esplendor y la importancia que tuvo a lo largo de los siglos, no sólo como recuerdo de la sociedad cristiana medieval y moderna sino también de la andalusí, que encontró en este entorno y en la figura de este santo, o santona, un nexo de unión entre las dos culturas.

Bibliografía|
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