
Verano del año 825. Mursiya es fundada por orden del emir de Córdoba Abd al-Rahman II. Pocos siglos después, esta ciudad se erige como capital y principal centro político-administrativo de la región de Tudmir, así como encabeza diferentes reinos de taifas. Desde entonces, y de forma casi ininterrumpida, se convierte hasta nuestros días en la capital de esta amplia área geográfica situada y coincidente en gran parte con la cuenca hidrográfica del Segura, la séptima en superficie de la Península Ibérica.
¿Cuáles son las claves de su veloz ascenso?, ¿cómo consigue desbancar a otras importantísimas ciudades de su entorno como Cartagena, Orihuela o Lorca en la capitalidad de esta región? Lo que está claro es que el periodo andalusí y la conquista cristiana fueron claves en este proceso y así lo veremos en las siguientes líneas. Adentrémonos pues en Madinat Mursiya.

Ante la conquista musulmana en el siglo VIII, Abd al-Aziz y el noble visigodo Teodomiro firmaron la capitulación comúnmente conocida como el Pacto de Tudmir en el año 713, haciendo en cierta medida autónomo a este primer núcleo político dentro de al-Andalus. Con este pacto la población hispanogoda aseguró su presencia en el territorio que habitaban, conservando sus propiedades, el respeto al culto cristiano, la continuidad política de Teodomiro en el gobierno y el control de la población a cambio de unos impuestos de carácter personal y el sometimiento a la nueva autoridad islámica.
Este territorio individualizado recibiría el nombre de su dirigente Teodomiro, y sus limitaciones geográficas quedarán marcadas, en gran parte, por las siete ciudades mencionadas en el pacto: Orihuela, Lorca, Mula (Cerro de la Almagra), Alicante, Begastri, La Alcudia de Elche y Ello (muy probablemente el Tolmo de Minateda en Hellín). Gracias a autores como al-Razi o al-Udri sabemos que los límites de la Cora de Tudmir se extendían desde Denia hasta la comarca de Los Vélez y de la costa a la llanura albacetense, hasta segregarse Xàtiva y Denia en el siglo XI. Aunque los límites fluctuarían en esta unidad político-administrativa, se observan las líneas maestras de la futura articulación territorial del Reino de Murcia tras la conquista castellana y previa a los tratados de Torrellas-Elche del siglo XIV.
Tudmir se convirtió en un territorio individualizado pero integrado en la estructura estatal como una provincia que se dirigía desde Córdoba, una identidad geográfica que comenzó a mostrarse con la presencia de nisbas geográficas como “al-Tudmiri”, reflejo de la noción de pertenencia a esta región.
Aún así, Tudmir era un área de refugio político para los opositores de Abd al-Rahman I, tal y como se refleja en la enemistad del sucesor de Teodomiro, Atanagildo, con los omeyas. Numerosas insurrecciones podríamos citar aquí contra el poder omeya, tales como la del rebelde pro-abbasí al-Saqlabi que desembarcó en las costas de Tudmir, o la de los hermanos de Hisham I a finales del siglo VIII.
En el siglo IX, el poder emiral seguía sin controlar el conflicto entre los linajes yemeníes y mudaríes, enfrentamientos clánicos en la confluencia de los ríos Guadalentín y Segura, los cuales eran fiel reflejo de la rivalidad tribal existente en Tudmir desde la llegada de los grupos militarizados egipcios a mediados del siglo VIII.

Aunque algunas leyendas señalan que el robo de una hoja de parra fue el detonante, lo que está claro es que fue un enfrentamiento entre qaysíes y yemeníes por el reparto de propiedades en el 822 lo que desembocó en el envío, por parte de Abd al-Rahman II, de un ejército estatal desde Córdoba para ejecutar la misión de pacificar el territorio, fundándose así Mursiya el 25 de junio del 825 según los estudios de Robert Pocklington. Esto se enmarca en el contexto del afianzamiento del poder territorial cordobés a través de la fundación de nuevas ciudades en el siglo IX, siendo decisiva la posición geoestratégica de Murcia en las vías de comunicación del Sureste, concretamente en la llanura aluvial cercana a la confluencia de los ríos Segura y Guadalentín donde se situaba la población de Ello.
En este área se han documentado pequeños asentamientos de época romana que han dado pie a pensar a algunos historiadores de antaño en la existencia de una Murcia de fundación preislámica, aunque en ningún caso, según indican las fuentes escritas y arqueológicas, sería urbana.
Tras la fundación de la ciudad de Murcia en el año 825, esta adquiere un papel fundamental en la configuración del espacio político de Tudmir como capital administrativa del estado cordobés y lentamente, y no antes del siglo XI, irá imponiendo su hegemonía sobre su entorno inmediato.
La ciudad de Murcia se convirtió desde sus orígenes en un espacio perfectamente planificado y concebido para la explotación agrícola de su fértil huerta, existiendo desde su nacimiento una relación indisoluble entre ambas. Sin duda sería su principal pilar económico, estando atestiguado su funcionamiento desde el siglo XI, tal y como se revela en los resultados de la excavación arqueológica de Senda de Granada.

Numerosas obras de captación, acumulación y conducción forman la red hidráulica necesaria para el aprovechamiento del agua, convirtiéndose elementos como acequias, azarbes, azudes o norias en indispensables para conseguir una óptima producción de los cultivos irrigados. Los elementos principales del sistema hidráulico actual de la Huerta de Murcia se construyeron en los primeros siglos tras la fundación de la ciudad, tales como La Contraparada y las dos grandes acequias: la Aljufía y la Alquibla.
Si en el pacto de Tudmir la ciudad hegemónica parece ser Orihuela, enseguida, en las primeras centurias de la ocupación islámica, comienza a tomar relevancia Lorca, ciudad que controla el corredor que une el Levante con Andalucía. Con el tiempo el poder administrativo y económico de Tudmir se trasladaría a Mursiya desde Lorca, pero se tardó más de dos siglos en afianzar su capitalidad y su centro económico-administrativo. Muestras de esa tardanza en afianzar su poder son hechos como la toma de la fortaleza de Orihuela y el saqueo de esta ciudad por una incursión vikinga entre los años 858 y 861 y la sublevación muladí en Lorca y Murcia de Daysam ibn Ishaq en el 896.
Será a partir del gobierno de Abd al-Rahman III como califa, enviando a un general beréber como gobernador a Tudmir, cuando se produjo una mayor estabilidad social y prosperidad en la región. Este territorio se enriqueció con nuevos aportes demográficos y se produjo una estructuración de la sociedad en pequeñas ciudades y redes de alquería. La organización de la Cora de Tudmir se establecería desde su capital Murcia dividiéndose en diferentes distritos administrativos y agrarios llamados iqlim.

Con la desintegración del Califato a inicios del siglo XI, surgieron los primeros estados independientes murcianos. Pese a que de inicio la taifa de Murcia perdió parte de los territorios de la Cora de Tudmir en manos de las taifas de Denia, Almería y Valencia, esta controlaba un considerable territorio desde el norte de Alicante hasta Jorquera y de Vera hasta la Sierra del Segura. Un territorio que, a grandes rasgos, se mantendría dependiente de Mursiya hasta la conquista castellana y que se perfilaría tras ella.
Tras pasar este territorio bajo el control de las taifas de Almería y Valencia durante un tiempo, Lorca proclamó en 1042 su independencia, corta pero floreciente, controlando Baza y Jaén. Posteriormente en 1065 se formó un estado independiente en Murcia bajo la dinastía de los Banu Tahir al ser conquistada Valencia por el emir de Toledo, manteniendo Murcia su independencia hasta 1078 cuando cayó bajo el efímero control de al-Mutamid de Sevilla.
Los siglos XI y XII destacarían en Tudmir por una alta densidad demográfica y por un muy destacable florecimiento económico. Tras la ocupación almorávide de Tudmir en 1091, la ciudad de Murcia se convirtió en la capital del Levante peninsular tras la toma del Cid de Valencia, asentándose además en ella miembros de la familia real del imperio almorávide. En esta época se fechan grandes e importantes obras edilicias en la ciudad, como una nueva mezquita o el primer Alcázar Menor situado bajo el convento de Santa Clara la Real.
Además, en estos siglos se efectuaría una considerable ampliación urbana y demográfica en Mursiya a través del denominado arrabal de la Arrixaca, al tiempo que las murallas de la ciudad alcanzarían un gran nivel de importancia y majestuosidad acorde a su más que notable fama. Sería en estos años cuando la ciudad y puerto de Qartayanna al-Halfa (Cartagena), hasta ahora muy mermada en población e importancia tras su glorioso pasado clásico, mejoraría notablemente su situación social, económica y demográfica al estar vinculada al florecimiento de Murcia y Tudmir.

No sería hasta el periodo de segundas taifas, durante el gobierno de Ibn Mardanish, también conocido por los cristianos como el Rey Lobo, cuando la ciudad de Murcia se convertiría desde el año 1147 en capital de un amplio emirato bajo la soberanía del califato abbasí de Bagdad, obteniendo así una fuerte vocación mediterránea.
Un territorio muy amplio, aunque de efímera presencia y relativo control, que abarcaba el Sharq al-Andalus desde Valencia hasta Murcia, extendiendo su poder por Baza, Guadix, Úbeda, Baeza y Jaén. Su poder llegó a alcanzar Écija y Carmona, sitió las ciudades de Córdoba y Sevilla y tuvo bajo su control durante varios meses la ciudad de Granada. Todo ello sin contar los territorios gobernados por su aliado Ibn Hamusk desde Socovos hasta la sierra de Cazorla.
Pese a su gran presencia territorial, en estos momentos se produce la llegada del ejército almohade a al-Andalus, estando situado el estado mardanisí en una triple frontera con los principales estados peninsulares del momento. En esta disyuntiva Ibn Mardanish tuvo que pactar con los reinos cristianos para poder hacer frente a su lucha antialmohade. Pese a ello, Aragón y Castilla pactarían en 1151 el reparto de Murcia en Tudilén y el imperio almohade acabaría consiguiendo en 1172 la conquista del estado mardanisí. Es en este emirato del Rey Lobo donde se puede ver el primer antecedente del futuro Reino de Murcia, no solo por los ciertos límites territoriales y su condición fronteriza, sino por el vasallaje suscrito a Alfonso VII.
Aquí debería señalarse que se produjo en estos momentos un fuerte desarrollo cultural en la ciudad de Murcia con la presencia de un gran número de intelectuales andalusíes que en ella se congregaron frente al avance cristiano y almohade. Poemas como el del cartagenero Hazim al-Qartayanni son reflejo de la importancia y florecimiento de que gozaba la Mursiya que en estos tiempos vio nacer al ilustre sufista Ibn Arabi.

En esta ciudad se realizaron además importantes obras edilicias, al tiempo que a nivel comercial se pactaba mediante tratados económicos con las repúblicas marítimas de Génova y Pisa. Estas relaciones comerciales con mercaderes italianos durante el periodo andalusí serán el germen del futuro asentamiento de pisanos y, sobre todo, genoveses en la ciudad de Murcia durante el periodo bajomedieval.
Tras la situación que vivía al-Andalus en los últimos años de presencia almohade y el avance de las tropas castellanas y aragonesas hasta las puertas de Tudmir, Ibn Hud al-Mutawakil consiguió desde Ricote proclamarse emir de Murcia, unificar al-Andalus y la restauración de la sumisión religiosa a los abbasíes de Bagdad entre 1228 y 1232, acabando este proyecto político tras su muerte en 1238 por diversas rebeliones internas y el avance castellano.
En 1230 se inició la conquista castellana, y ya en 1243 Muhammad Ibn Hud, que dominaba un territorio más o menos acorde a la extensión de la antigua Cora de Tudmir, acabó sometiéndose al protectorado castellano con el Tratado de Alcaraz. El infante Alfonso entró en la capital y acabó conquistando las ciudades que no se sumaron al acuerdo (Orihuela, Mula, Lorca y Cartagena), terminando dicha campaña en 1245. Los territorios ocupados al sur de Alarcón y Alcaraz se integraban de este modo en el Reino de Murcia, quedando bajo la autoridad del Adelantado Mayor, símbolo del rey que dotaba a este nuevo espacio político de una marcada identidad.

En el Alcázar Menor de la ciudad residirían bajo el yugo castellano los últimos emires musulmanes de Murcia, los cuales ejercieron un importante papel en la defensa de los derechos de la población musulmana tantas veces violados tras lo pactado en el Tratado de Alcaraz. Con la rebelión mudéjar iniciada el año 1264 y la definitiva conquista cristiana de la ciudad por Jaime I en 1266, siguieron en el Alcázar Menor hasta 1272 pero ya despojados de su importante función.
Era el fin de la Murcia andalusí, pero la ciudad se mantendría como cabeza del cristiano Reino de Murcia y como capital de las posteriores divisiones geográficas y administrativas de este territorio del Sureste peninsular hasta nuestros días.
Unas raíces andalusíes que son un riquísimo legado material e inmaterial de una tierra fronteriza cuyas gentes vislumbran, cada vez con más claridad y orgullo, su rico pasado islámico lejos de concepciones pasadas que denostaban o minimizaban el papel de al-Andalus en nuestra cultura e identidad común.

Bibliografía|
EIROA RODRÍGUEZ, J. A., “La Cora de Tudmir: el boceto de una entidad singular (ss. VIII-XIII)”, La Región de Murcia. Configuración histórica y bases de su futuro. Murcia: CAM, 2010. pp. 8-27.
GUICHARD, P., “Murcia musulmana (siglos IX-XIII)”, Historia de la Región Murciana, tomo III. Murcia: Ediciones Mediterráneo, 1980. pp. 134-185.
GUTIÉRREZ LLORET, S., La Cora de Tudmir. De la antigüedad tardía al mundo islámico. Poblamiento y cultura material, Madrid-Alicante: Diputación Provincial de Alicante, 1996.
MOLINA MOLINA, A. L.: “Proyección mediterránea del Reino de Murcia en la Edad Media”, Miscelánea Medieval Murciana, nº 17. Murcia: Universidad de Murcia, 1992. pp. 59-75.
VV.AA., Regnum Murciae: Génesis y configuración del Reino de Murcia, Murcia: Museo Arqueológico de Murcia, 2008
Dejar una contestacion