Hijos del bronce y la desigualdad. La sociedad argárica en el Sureste peninsular

Mapa de la Cultura de El Argar de los hermanos Siret

A finales del III milenio a.C. surge en el Sureste de la Península Ibérica una de las sociedades más impactantes de la Prehistoria europea, y posiblemente una de las primeras de tipo estatal en el Mediterráneo Occidental: la cultura de El Argar. Abarcando una extensión que correspondería a las actuales provincias de Murcia, Almería y parte de Jaén, Granada y Alicante, la sociedad argárica se desarrolló entre el 2200 y el 1550 a.C. dejando un enigmático legado que sigue atesorando numerosas incógnitas aún por desvelar.

Los impresionantes asentamientos en cerros elevados, los enterramientos dentro de las viviendas y sus ricos ajuares, la especializada producción metalúrgica o la acumulación de oro de yacimientos como el Cabezo Redondo en Villena no hacen más que reflejar lo importantes a la par que insólitos que resultan estos hallazgos de la cultura argárica para la sociedad de nuestros días.

Les premiers ages du metal dans le sud-est de l’Espagne. Fuente

Aunque numerosos restos de esta cultura prehistórica fueron excavados en los albores de la Arqueología por figuras como Rogelio Inchaurrandieta, no sería hasta los estudios realizados por los ingenieros de minas belgas Henri y Louis Siret cuando comenzarían a sistematizarse los rasgos culturales de esta sociedad y a definirse como argáricos. Para ello fue clave la publicación de su obra “Les premiers âges du métal dans le Sud-Est de l’Espagne”, denominándose finalmente a esta cultura prehistórica con el nombre del poblado de gran tamaño ubicado en la cuenca de Vera que estudiaron los hermanos Siret, El Argar.

La cultura argárica supuso un fuerte cambio con las sociedades calcolíticas del periodo anterior en diversos aspectos como el patrón de asentamiento, la producción metalúrgica o el ritual funerario. La vida comunal y los sepulcros colectivos de estas sociedades dieron paso a una mayor jerarquización social e individualismo, cambiando incluso la monumentalidad de los megalitos por el urbanismo de los nuevos asentamientos en altura.

A través de las diferentes evidencias arqueológicas, se ha interpretado a El Argar como una sociedad fuertemente estratificada que estaba dirigida por unas élites o minorías armadas que controlaban los medios de producción, imponían la tributación y acumulaban bienes de primera necesidad (como el cereal y el agua) y prestigio (armas o adornos metálicos). Para controlar a las capas bajas como fuerza de trabajo en esta sociedad jerarquizada se empleaban herramientas como la violencia física a través de un fuerte poder militar o incluso una ideología de carácter religioso.

La cultura argárica que hundió sus raíces en las cuencas de Vera y Guadalentín ha sido interpretada en las últimas décadas por el equipo de la Universidad Autónoma de Barcelona de Vicente Lull desde una óptica marxista como una sociedad con un marcado carácter clasista y estatal.

Principales asentamientos argáricos en el sudeste de la Península Ibérica. Fuente

Mientras que prehistoriadores como Arteaga consideran que solo existió un estado unitario con capital en El Argar, otros autores defienden la existencia de distintas élites interconectadas que a través de diferentes poblados ejercían el poder central en unidades de territorio extensas. Por tanto, podríamos hablar de una sociedad estatal en un territorio jerarquizado y vertebrado por grandes centros conectados a vías de comunicación y grandes áreas de explotación, siendo auténticos centros de almacenamiento, transformación y redistribución de los bienes de primera necesidad y prestigio.

La planificación urbana y el sedentarismo de la sociedad argárica son unos de sus aspectos más destacados, contando sus poblados de mayor tamaño con obras colectivas como murallas, cisternas o drenajes. Los edificios eran principalmente de plantas rectangulares y permitían un urbanismo ortogonal donde calles y plazas comenzaron a hacer acto de presencia. Dentro de las viviendas podían existir espacios de producción diferenciados como la cocina, el telar o los silos de almacenamiento.

En cuanto al patrón de asentamiento, a primera vista destacan los poblados en cerros elevados donde se desarrollaba un urbanismo aterrazado con una acrópolis en la que residían las élites y se controlaba el proceso de obtención de excedente. Estos asentamientos que gozaban de una óptima defensa y control del territorio podían ser tanto centros nucleares como El Argar, Lorca o La Bastida, o centros específicos para la producción de un bien en concreto como era el caso de Peñalosa con la explotación del mineral de cobre.

Muralla de la Bastida de Totana. Fuente

Entre este tipo de poblados cabría señalar La Bastida de Totana, un asentamiento en altura de gran importancia y extensión considerado un poblado nuclear que vertebraba y jerarquizaba el territorio y la población circundante. Situado en un cerro en el Barranco de Lébor, controlaba el corredor del Valle del Guadalentín y la captación de recursos de la cercana Sierra Espuña, teniendo excelentes características defensivas y geográficas. La centralización de la producción queda patente en el gran número de molinos de cereal y en la producción de cerámica y metales. Destacar las numerosas y variadas tipologías de enterramiento, el entramado urbano en terrazas y las murallas ciclópeas con muros de 3 metros de altura y torres de hasta 7 metros.

Por otro lado tenemos La Almoloya, ubicada sobre un cerro allanado que ha sido interpretado como un importante centro político-administrativo, apoyando la idea de que la cultura argárica fue una de las primeras sociedades urbanas del Mediterráneo Occidental. Varios complejos residenciales dan forma a un entramado urbano en el que discurren estrechas calles y drenajes. En este yacimiento formado por tres poblados superpuestos destaca un espacio de 70 m2 que ha sido interpretado como una amplia sala de reuniones o audiencias con funcionalidad política. Especial mención merece la diadema de plata localizada en el ajuar de una tumba principesca de una mujer y un hombre ubicada en la cabecera de la gran sala.

A unos 50 km de La Almoloya se encuentra Lorca, la cual fue un centro nuclear argárico en altura de gran importancia en la vertebración del territorio del cual no se conoce su extensión, ya que se encuentra debajo de la actual ciudad de Lorca y su castillo.

Otros poblados argáricos de gran importancia son El Argar, El Oficio y Fuente Álamo. Este último se encuentra situado estratégicamente en las estribaciones de la sierra de Almagro para controlar el acceso de este entorno montañoso al Valle de Almanzora. Entre los hallazgos más destacados se encuentran construcciones de planta circular, una gran cisterna y cinco tipos de enterramientos, así como un hábitat organizado en terrazas escalonadas aprovechando la orografía del cerro.

Asentamiento argárico de La Almoloya en Pliego. Fuente

Por otro lado, aunque poco estudiados, existían poblados rurales en llano para la explotación agropecuaria, entre los que destacan Rincón de Almendricos y Los Cipreses en Lorca. Mientras que en este último se han llegado hasta a documentar canales para la conducción de agua, hay que destacar también yacimientos costeros para la explotación minera, pesquera o comercial como Punta de Los Gavilanes en Mazarrón e Illeta dels Banyets en el municipio alicantino de El Campello. Especial mención merecen otros yacimientos como El Cerro de la Encina, Castellón Alto, Cobatillas la Vieja, Lugarico Viejo, Ifre o Bajil por la importancia de sus restos arqueológicos en la reconstrucción de la cultura de El Argar.

La variedad de tipos de asentamiento en la sociedad argárica se debe a su amplia diversidad en la explotación de los recursos. La agricultura tuvo un importantísimo peso en su dieta, tal y como reflejan el gran numero de molinos barquiformes documentados para el triturado de grano y la construcción de terrazas, presas y canalizaciones para el control del agua. La agricultura intensiva de cereales como la cebada y el trigo provocaron una fuerte modificación en el paisaje, destacando además la producción de plantas leguminosas.

Conjunto de recipientes cerámicos procedentes de Fuente Álamo. Fuente

Mientras que la explotación ganadera fue de gran importancia, habiendo en la dieta argárica una gran proporción del aporte cárnico de los animales domesticados y numerosos cercos para estos en los poblados, la caza, recolección, explotación de los recursos forestales y la producción textil del esparto y del lino tuvieron un peso considerable.

La explotación de los recursos minerales como el cobre y la plata fue una de las actividades económicas más destacadas de esta sociedad prehistórica. La generalización de la metalurgia fue clave en la mejora y especialización de esta producción, destacando una amplia producción de armas (como espadas, hachas, punzones, alabardas y puñales), así como elementos ornamentales (como pendientes, anillos, diademas y brazaletes) de gran importancia en esta cultura como elementos de prestigio. Especial mención merece el conocido como Tesoro de Villena del yacimiento argárico de Cabezo Redondo, la mayor acumulación de oro documentada de la Edad del Bronce Europea solo superada por Micenas.

También la producción cerámica alcanzó un gran nivel técnico que destaca por el bruñido, es decir, un acabado de la superficie alisado y cubierto con barbotina que se extiende con esparto cuando está húmeda la pieza, confiriéndole un aspecto metálico. Es precisamente en la homogeneización de la cerámica y en la ausencia de decoraciones donde muchos autores ven la coerción y centralización del estado argárico.

Dibujo de un enterramiento argárico (Louis Siret). Fuente

Uno de los aspectos más llamativos de la sociedad argárica es el enterramiento de sus difuntos cerca o debajo de la vivienda, mostrando la fuerte vinculación de su hábitat con el más allá. Estas inhumaciones solían ir acompañadas por un ajuar que, dependiendo de la edad, sexo, oficio y, sobre todo, posición social del individuo, estaba formado por diferentes elementos como armas, adornos, utensilios domésticos o cuencos con alimentos. Se trataba generalmente de enterramientos individuales en urnas, cistas, fosas o covachas, aunque en ocasiones eran dobles y excepcionalmente triples, existiendo un vínculo genético o familiar entre los individuos. Se observa por tanto una estrecha relación de manera individual con los familiares fallecidos, mostrando la importancia de la familia nuclear en contraposición a los lazos de parentesco de la comunidad clánica del Calcolítico que se enterraba colectivamente en megalitos.

Excepcional es el caso del denominado Hombre de Galera, los restos de un hombre parcialmente momificado enterrado con un rico ajuar junto al cuerpo de un niño en la sepultura 121 del poblado argárico de Castellón Alto. Además, se ha documentado la existencia de cenotafios, es decir, estructuras funerarias en las que no están enterradas las personas a las que se dedica la sepultura y el ajuar.

Diferentes estudios sobre patologías, dietas y ajuar tienden a señalar una fuerte desigualdad social entre los habitantes de la sociedad argárica. Los enterramientos infantiles con ajuar demuestran como en algunos casos se transmite de forma hereditaria el prestigio de sus familiares, algo imposible de adquirir a su corta edad sin existir una fuerte estratificación social.

Entre el 1650 y el 1500 a.C. el registro arqueológico evidencia una serie de cambios como el abandono o destrucción de numerosos asentamientos, una menor proporción de enterramientos dentro del poblado o el afianzamiento de los típicos rasgos argáricos en lugares periféricos de la cultura argárica como el Valle del Vinalopó. A partir de esta época el mundo argárico se atomizaría, explicando así que asentamientos como Fuente Álamo siguieran existiendo.

Tesoro de Villena. Fuente

La desaparición de la cultura argárica sigue siendo uno de los mayores misterios de la Prehistoria Reciente. Su característico hermetismo frente a otras manifestaciones culturales exteriores no pudo evitar que aspectos tan representativos como sus ritos, desarrollo tecnológico y relaciones de poder se desvanecieran. La historiografía ha desarrollado diversas teorías que han barajado opciones tan dispares como las siguientes: la progresiva infiltración de la cultura de Cogotas; el surgimiento de una sociedad clientelar en la periferia contra su poder estatal centralizado; un endurecimiento de las condiciones climáticas; e incluso la transformación de la estructura estatal por una revolución desde dentro por parte de las capas bajas que sufrían servidumbre y malnutrición.

Ya sea por colapso o transformación, el drástico fin de la cultura de El Argar supuso el surgimiento de la sociedad gentilicia, tal y como sucedió en buena parte del Mediterráneo durante el Bronce Final. Sea como fuere, la  cultura argárica marcó un antes y un después en las vidas de las gentes del Sureste peninsular y en nuestra concepción de reconstruir el pasado a través del estudio de sus restos materiales.

Unos restos que han quedado fosilizados en nuestro árido paisaje como testigo de las desigualdades económicas y políticas de una sociedad controlada por una élite que vio en la violencia u otras herramientas de coerción su mejor arma para la reafirmación y conservación de su privilegiado status. Una preponderante condición que acabó pereciendo al tiempo que sentó las bases de la formación del estado en este rincón del Mediterráneo Occidental.

Mapa de la Cultura de El Argar de los hermanos Siret

Bibliografía|

ARTEAGA MATUTE, O.: “La sociedad clasista inicial y el origen del estado en el territorio de El Argar”, Revista Atlántica-Mediterránea de Prehistoria y Arqueología Social, Nº 3. Cádiz: Universidad de Cádiz, 2000. pp. 121-219.

CÁMARA, J. A. Y MOLINA, F.: “Jerarquización social en el mundo Argárico (2000 – 1300 aC)”, Quaderns de Prehistòria i Arqueologia de Castelló: La Edad del Bronce en el Mediterráneo Occidental, Nº 29. Catellón: Universidad de Castellón, 2011. pp. 77 – 104.

EIROA GARCÍA, J. J.: Nociones de Prehistoria general, Barcelona: Ariel, 2000.

LULL SANTIAGO, V.: La cultura de El Argar. Un modelo para el estudio de las formaciones económico-sociales prehistóricas, Madrid: Akal, 1983.

MORÓN MUÑOZ, S.: “El debate del poder estatal en la Prehistoria Reciente: el paradigma argárico”, Témpora Magazine.

SOLER ROCHA, R.: “El final del mundo argárico: ¿Colapso o transformación?”, Témpora Magazine.

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