
Los últimos coletazos del Antiguo Régimen en España a principios del siglo XIX no pudieron empezar de forma más convulsa. Ante la ausencia de un gobierno español central y la incesante lucha contra el francés tras los levantamientos del 2 de mayo de 1808, se produjo la disgregación de la soberanía nacional con la formación de juntas locales y provinciales. Tras las abdicaciones de Bayona de los reyes Carlos IV y su hijo Fernando VII en favor de Napoleón Bonaparte, las diferentes poblaciones del Reino de Murcia se manifestaron fieles en la lucha contra el francés.
El día 23 de mayo Cartagena comienza la insurrección creando la Junta General de Gobierno la cual, apoyada por el Departamento de Marina y de Artillería, envía correos a la escuadra del Departamento de Cartagena y a las ciudades de Valencia, Granada y Murcia para que se unan a la causa nacional. Solo Aledo se adelantaría a esta insurrección, cuya población proclamó rey de España al príncipe de Asturias Fernando VII el 19 de mayo.

El 24 de mayo se formó la Junta Superior del Reino de Murcia dirigida por el conde de Floridablanca, decidiéndose crear un brazo armado de tal organismo bajo el nombre de “Regimiento de voluntarios Honrados hijos de Murcia”. Este territorio acabó teniendo un regimiento de infantería de línea, una milicia provincial y nueve compañías de milicias urbanas en Cartagena. Sería tres días después cuando el Mariscal Pedro González de Llamas Molina, natural del Valle de Ricote, le concedió a la Virgen de la Fuensanta el rango militar de generala, el cual todavía ostenta, tal y como escenifica dicha talla llevando el fajín de general y el bastón de mando.
El propio Floridablanca impulsaría la creación el 25 de septiembre de la Junta Suprema Central en la cual había representantes de las diferentes Juntas que se habían formado en las provincias españolas, siendo un organismo que nació con la idea de aunar fuerzas contra el enemigo. Cada junta provincial aportaba dos diputados, siendo los representantes de la Junta de Murcia el propio conde de Floridablanca como presidente y el marqués de Villar como consejero de estado.
El Reino de Murcia no fue escenario de grandes batallas, pero sí una importante fuente de reclutamiento de soldados y de abastecimiento de tropas y, como no, un importante cruce de caminos, convirtiéndose así en un lugar excelente para ser saqueado por las huestes francesas.
Los dos primeros años del conflicto dieron cierta paz a esta tierra hasta que en los primeros meses de 1810 penetraron las tropas francesas en el Reino de Murcia. El general Horacio Sebastiani, llegado desde Lorca, entró en una casi despoblada ciudad de Murcia el 23 de abril, exigiendo fuertes contribuciones al regidor Elgueta a cambio de no saquear a los mismos conciudadanos que él mismo representaba. Este recaudó de los comerciantes solo una pequeña parte de la requerida, por lo que la ciudad fue saqueada a la noche y abandonada al amanecer por los franceses al dirigirse hacia Andalucía. Esta mala gestión le costó la muerte al regidor al día siguiente, cuando la muchedumbre lo asesinó, con paseo de su cuerpo por el Arenal incluido.

Al tiempo, la división de Villacampa y el regimiento de Guadalajara volvieron a la ciudad y con ellas la población hasta ahora guarnecida entre huertos y brazales. Ante la nueva e inminente llegada de los franceses, Joaquín Blake tomó el mando del Reino de Murcia el 23 de julio de 1810, preparando la ciudad homónima para su defensa entregando armas al pueblo, movilizando a varones de entre 16 y 60 años. De esta forma, la milicia de la Junta de Defensa de Murcia llegó a contar entre sus filas con 33 compañías y 9 batallones repartidos por barrios. Esta preparación militar le concedió a Blake y a las milicias murcianas una importante victoria contra las tropas francesas en las inmediaciones de la ciudad el 28 de agosto de ese mismo año. La retirada de los franceses fue hostigada por las milicias lorquinas y las tropas murcianas tomaron Cúllar y asediaron Baza bajo las órdenes del propio Blake.
Pese a ello, la población de la capital del Segura estaba muy mermada. No solo por los reiterados intentos de saqueo, sino también por las fuertes sequías, la fiebre amarilla, la peste y el hambre. La huerta no estaba siendo muy trabajada y el ayuntamiento era incapaz de asumir los gastos del abastecimiento de la población y la guerra. Además habría que tener en cuenta un factor importante, numerosos murcianos que se contaban por miles se encontraban luchando contra el francés en diferentes puntos de la geografía peninsular. En estos días ni siquiera el ayuntamiento funcionaba por el brote de peste, estableciendo su sede en la zona del partido de La Flota, concretamente en la casa del huerto de don Joaquín Medina.

Desacertado fue el intento de Soult de querer tomar la fortificada y siempre heroica ciudad de Cartagena el 23 de enero de 1812. Se trataba de un puerto imprescindible para Napoleón, y no es para menos, era una de las principales bases de aprovisionamiento en el Mediterráneo y un punto clave para recibir el apoyo de la flota inglesa por parte de los españoles. Pero, a pesar de los intentos de Murat de alejar a la flota de Cayetano Valdés y Flores de la ciudad, esta acabó volviendo a tiempo para hacer aún más imposible la toma francesa de la ciudad con navíos como el San Francisco de Paula, el Reina María Luisa, el Guerrero o el San Ramón. El bloqueo de esta flota por mar y las poderosas murallas de la ciudad hicieron inexpugnable a Cartagena una vez más, la cual recibió a los franceses a base de cañonazos desde el fuerte de la Atalaya provocando su precipitada huída.
Ante tal situación no quedaba otra que saquear la indefensa ciudad de Murcia para resarcirse de tal infructuosa misión. El general Soult llegó a Murcia en la tarde del 25 de enero de 1812, siendo narrados estos hechos por el alcalde Antonio Fernández Cerrato, al cual pidieron una contribución de diferentes materiales y víveres, además de 1.200.000 reales a entregar en un cortísimo periodo de tiempo de pocas horas hasta la mañana del día siguiente. A la mañana de ese día entraron 600 jinetes franceses para reclamarla pero, ante la ausencia de dicha cuantiosa contribución, la ciudad sucumbió ante el saqueo francés, convirtiéndose el Palacio Episcopal en el cuartel general de Soult.
Mientras tanto, el General Martín La Carrera estaba ubicado en la Vega Baja. Dicho general tenía la misión de parar al general Soult si se acercaba a Alicante en su ruta desde Granada a Valencia, ante lo cual decidió colocar a su caballería en Albatera, Elche y Orihuela. Estando La Carrera en esta última, fue informado de que las tropas francesas iban en dirección a la ciudad de Murcia y que esta había sido tomada.
La Carrera se dirigió al punto donde se encontraban dos escuadrones al mando del coronel Yebra y, tal y como narran las crónicas, “pidió autorización para ponerse al frente de los soldados murcianos que pedían venganza y caer sobre los franceses que habían tomado la ciudad”.

Por tanto, La Carrera se dirigió a la capital del Segura con 200 hombres a caballo que se dividieron en dos grupos a su llegada a Espinardo: la mitad iría a cargo del coronel Yebra, que tomaría el camino de Monteagudo entrando a Murcia por Puerta Nueva; y la otra mitad a su cargo que entraron por Puerta de Castilla, acabando en sus inmediaciones con una guardia francesa en el Huerto de las Bombas.
La idea del general era que ambos grupos se encontrasen en el centro de la ciudad, pero esta estrategia se fue al traste ante la traición del coronel Yebra, el cual no acató la orden de La Carrera para no desobedecer a Villacampa. Por tanto, al general La Carrera no le quedó otra que luchar con tan solo 100 hombres contra los 600 franceses que tomaron la ciudad, todo ello sin contar con un buen conocimiento de las laberínticas calles de corte andalusí del centro de Murcia en las que se iba a desarrollar tal escaramuza.
Al llegar La Carrera al plano de San Francisco, recibieron la primera descarga de las tropas del mariscal Soult y, pese a hacer huir al otro lado del puente a un escuadrón de unos 150 caballos, al ser apoyados estos por otro escuadrón de unos 80 caballos más, el general decidió batirse en retirada al conocer la traición del coronel Yebra. Cuando La Carrera entró junto a un pequeño grupo en la zona que une Platería con la Plaza Santa Catalina, estos se vieron acorralados por las tropas francesas y se batieron en retirada por la Calle San Nicolás.
El General, tal y como han narrado algunos cronistas:
“se vio en manos casi solo con muchos de sus enemigos, que, no pudiendo vencerle, ni menos obligarle a rendirse, herido y todo, hubieron de derribarle a tiros, cuando tenía a sus pies varios de ellos destrozados por su sable”.
De hecho el coronel Schépeler, en su obra al hablar del reinado de Fernando VII, señala que La Carrera:
“se vio rodeado de seis franceses en la calle de Vidrieros. Su brazo derribó a dos; el heroísmo de su noble corazón no le consentía ni aún el pensamiento de salvar su vida, entregando su fiel espada al enemigo; y un tiro le alcanzó a dar cerca de la plaza de la calle San Nicolás. Todavía combatió hasta su muerte, en cuyos brazos cayó como un caballero”.
Unas voces dicen que dos fueron los franceses que cayeron bajo la hoja de su sable en los instantes antes de su muerte. Otras que cuatro. Pero todas coinciden en que La Carrera luchó con heroísmo hasta su último suspiro cuando fue alcanzado por un disparo en la espalda, cayendo de costado del caballo y siendo arrastrado por este.
El General La Carrera liberó a la ciudad de pagar gran parte de los 1.200.000 reales de vellón, además del resto de víveres que solicitaban, obteniendo finalmente los franceses una escasa suma de 30.000 reales aproximadamente. Soult se retiró de Murcia al amanecer del día siguiente tomando rumbo a Valencia tras saquear la ciudad y sembrar horror y violencia a su paso.

El cadáver de La Carrera fue recogido y trasladado al Ayuntamiento donde se realizaría su velatorio para, posteriormente, celebrarse el funeral en la capilla de los Vélez de la Catedral de Murcia, siendo enterrado en el antiguo cementerio de Puerta de Orihuela. Actos que se realizaron con todos los honores y honras fúnebres incluso hasta las exequias del 6 de febrero. Pasado un tiempo, el General Leopoldo O´ Donnell visitó la ciudad y dijo en la Calle San Nicolás ante el resto de ciudadanos que “España sabrá recuperar la sangre de todos aquellos héroes murcianos”.
Actualmente podemos ver en el número 14 de la Calle San Nicolás una lápida de mármol blanco, ya bastante oscurecida, que reza:
“REYNANDO EL SR DN. FERNANDO VII, Y DEFENDIENDO SU PATRIA EL GENERL, D. MARTN LA CARRERA FUE MUERTO EN ESTE SITIO POR LAS TROPAS DE NAPOLEÓN EL DIA 26 DE ENERO, DE 1812”.
Pese a que los dos primeros años de la Guerra de Independencia no se cebaron con el Reino de Murcia, en los restantes el ejército napoleónico saqueó numerosas ciudades de esta como Jumilla, Yecla, Caravaca, Cehegín, Mula, Alhama de Murcia, Alcantarilla, Lorca, Águilas y diferentes poblaciones del Valle de Ricote.
No hay que olvidar que el Reino de Murcia fue una fuerte fuente de soldados para la victoria final contra la ocupación francesa en 1814, tanto en el Ejército de Levante como en el de Andalucía. Unos 10.000 murcianos lucharon en Aragón, participando en el segundo sitio de Zaragoza (1809) más de 6.000 de ellos, entre los cuales se encontraba el Regimiento Primero de Voluntarios de Murcia, el cual portaba insignias en las que aparecían la Virgen de la Fuensanta, un león despedazando un águila y frases como “Murcianos a vencer” o “Los murcianos por la Religión, la Patria y Fernando VII”.
Además, cabe destacar las aportaciones del Regimiento de Infantería de Murcia nº42 en la batalla de Bailén (1808), la defensa de Valencia (1808) de las tropas del Regimiento Provincial y figuras como el Mariscal Pedro González de Llamas y Molina, Isidoro Máiquez, el Conde Floridablanca o la determinante lucha guerrillera de personajes como Juan Palarea y Blanes, “el Médico”. Pero esas ya son otras historias que por su relevancia, heroicidad, volumen de sangre derramada y memoria bien merecen narración aparte.

Bibliografía|
DIEZ Y LOZANO, B.: La ciudad de Murcia en la Guerra de Independencia, Murcia: Imprenta Lourdes, 1927.
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JIMÉNEZ DE GREGORIO, F.: Murcia en los dos primeros años de la guerra por la Independencia, Murcia: Impr. Suc. de Nogués, 1947.
LÓPEZ MARTÍNEZ, M. C.: “Un proyecto del arquitecto Juan Cayetano Morata para el Monumento a la memoria del General Martín de la Carrera en Murcia”, IMAFRONTE, Nº11. Murcia: Universidad de Murcia, 1996. pp. 99-114.
RODRÍGUEZ LLOPIS, M.: Historia de la Región de Murcia, Murcia: Tres Fronteras, 1998.
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