Del Cantón Murciano al Cantón de Cartagena. La revolución sitiada por los centralistas

Mapa del sitio de Cartagena 1873-1874

Desprestigiada por Marx y Engels, aburguesada para la Asociación Internacional de Trabajadores y amenazadora a la integridad de la patria para Emilio Castelar, la revolución cantonal encabezada por Cartagena el 12 de julio de 1873 no dejaba indiferente a nadie. Ni siquiera a los diarios y revistas ilustradas internacionales que narraron e ilustraron a la revolución cantonal como uno de los episodios más revolucionarios, dramáticos y cargados de romanticismo del siglo XIX.

Ilustración del bombardeo de la Muralla de Cartagena en “La Madeja Política”. Fuente

El cantonalismo, encabezado principalmente por la pequeña burguesía, fue un movimiento contra las quintas, descentralizador, laico, social y democrático que buscaba un mayor volumen de reformas a realizarse desde abajo dentro de un contexto en el que se erigía un estado en gran medida tradicional y centralista.

Tras la renuncia al trono del rey Amadeo I y la consecuente aprobación de la I República española en febrero de 1873, Estanislao Figueras acaba presidiéndola provisionalmente. Con la mayoría absoluta obtenida por los republicanos federales en las elecciones de mayo, Francisco Pi i Margall se erige como presidente y el 8 de junio se proclama la República Federal.

Sin embargo, la continuidad de impuestos impopulares, la formación de un gobierno moderado, el reclutamiento de quintas y los sucesivos retrasos en la ansiada instauración de facto de la República Federal desde abajo, desencadenaron la rebelión cantonal con la retirada de la minoría federal intransigente de las Cortes el 1 de julio.

Castillo de Galeras en Cartagena. Fuente

Aunque el Comité de Salud Pública dirigido por Roque Barcia organizó la sublevación en diferentes ciudades desde Madrid, el levantamiento se orquestaba cada vez con más fuerza desde las provincias. Antonete Gálvez organizó el levantamiento cantonal en la provincia de Murcia junto al general Juan Contreras, Manuel Cárceles y otros tantos republicanos federales, forjándose así la idea de formar un cantón regional con territorios que conformaban, en gran medida, la histórica Región murciana.

La sublevación en Cartagena, dirigida por Manuel Cárceles, realizó el pistoletazo de salida proclamando el Cantón el 12 de julio de 1873 con la negación al cambio de relevos de la guarnición del castillo de Galeras y constituyéndose la Junta Revolucionaria de Salvación Pública. La bandera roja revolucionara ondeaba en la mañana de ese día en el castillo de Galeras, tal y como refleja el histórico telegrama: “El castillo de Galeras ha enarbolado bandera turca”. Mediante esta sublevación se tomaron el Ayuntamiento, el Arsenal y las baterías de costa, aunque la flota amarrada en el puerto cartagenero tuvo que esperar al día siguiente a la arenga de Antonete para que la tripulación de la armada se adhiriese a la causa cantonal.

Tras varias juntas y gobiernos provisionales, se puso en marcha la Junta Revolucionaria dirigida por Roque Barcia, siendo nombrado Antonete Gálvez General de las Fuerzas de Mar y Tierra. La Junta Revolucionaria de Cartagena reclamaba que se llevase “a efecto la formación del Cantón Murciano, con la autonomía municipal y Cantonal”, coexistiendo en la ciudad portuaria gran parte de los principales organismos del Cantón como el Gobierno Provisional de la Federación Española desde el 24 de julio que buscaba dar cohesión a la revolución cantonal.

Periódico “El Cantón Murciano”. Fuente

De igual forma, la propaganda cantonalista tuvo su epicentro en la ciudad portuaria. En Cartagena se publicó entre el 22 de julio y el 24 de noviembre El Cantón Murciano, un periódico donde se transmitían los ideales del Cantón y las bases del federalismo republicano en el que este se sustentaba, entre otros aspectos. Además, en Cartagena se emitió el duro cantonal, acuñado con plata de las minas de Mazarrón, Cartagena y La Unión. Tal y como se transmite en el decreto de la Junta en el que se aprobó la acuñación:

“[Cartagena] quiere ser la primera que esparza por el mundo un testimonio vivo, de imperecedera memoria que recuerde a las futuras generaciones el grito de justicia y fraternidad”

El día 13 de julio la ciudad de Murcia se sumaría al alzamiento cantonal tras la toma del ayuntamiento por un nutrido grupo de voluntarios dirigido por Saturnino Tortosa y la ocupación del Palacio Episcopal que provocó la huida de Obispo Lanteira a Lorca. Jerónimo Poveda se erigió como líder de la Junta Revolucionaria de Murcia y se unió a la de Cartagena para la formación del ansiado Cantón Murciano.

Tras ser elegido Nicolás Salmerón en las Cortes el 18 de julio, la revolución cantonal se extendió por el resto del Levante peninsular y Andalucía. Surgieron cantones en ciudades como Torrevieja, Valencia, Castellón, Sevilla, Cádiz, Málaga, Granada o Huelva, en poblaciones del norte de la provincia de Cáceres e incluso en Salamanca y Ávila. El nuevo presidente de la República mandó a dirigir a las tropas contra los focos de Andalucía y Levante a dos generales poco afines a la República, Manuel Pavía y Arsenio Martínez Campos respectivamente.

Desde este mismo 18 de julio, en su boletín oficial, la Junta de Salvación Pública de Murcia se autodenominaba como el Poder Ejecutivo del Cantón Murciano. El acuerdo definitivo con la Junta de Cartagena llegó el 26 de julio, acordándose que la sede de la futura Junta Cantonal se situaría en Murcia cuando el estado de guerra finalizase.

Mediante una serie de incursiones por tierra y mar desde Cartagena, se intentó irradiar el espíritu cantonal y dotar al Cantón Murciano de unas fronteras naturales, además de tratar de conseguir víveres, dinero y munición para continuar la revolución. Tal y como recogió el periódico La Paz de Murcia el 20 de julio de 1873, 21 municipios de la Provincia de Murcia constituyeron una Junta Revolucionaria adherida al poder ejecutivo del Cantón Murciano.

Zonas de influencia cantonalista y carlista. Atlas histórico ilustrado de la Región de Murcia y su antiguo Reino

El caso más insólito lo protagonizó Torrevieja al iniciar una revolución cantonal el 19 de julio liderada por Concha Boracino y enviar una delegación a Cartagena con la intención de adherirse al Cantón Murciano y abandonar así la provincia alicantina. Tras atacar y formar una Junta Revolucionaria en Alicante el 20 de julio, Antonete se dirigió con el vapor armado Vigilante a Torrevieja, donde fue recibido entre multitudes y aplausos para formalizar la adhesión y obtuvo fondos económicos de las salinas y aduanas de la localidad. Sin embargo, tras poner rumbo de vuelta el día 23, el Vigilante fue apresado a la entrada de Cartagena por la fragata alemana SMS Friedrich Karl capitaneada por Reinhold von Werner. Una complicada situación de la que Antonete y sus hombres pudieron salvar el pellejo entregando el vapor requisado en Alicante y una parte del botín.

¿A qué se debía esta intromisión de una embarcación con bandera alemana? Por decreto del 20 de julio de 1873, el gobierno centralista declaraba piratas a los buques sublevados cantonales, razón por la cual se verían entorpecidas sus futuras incursiones a manos de embarcaciones alemanas, británicas o francesas, dadas las convenciones internacionales sobre piratería. Esta situación aceleró la formación de un Directorio Provisional en Cartagena para cohesionar al movimiento cantonal y la definitiva transformación de este organismo en el Gobierno Provisional de la Federación española el 27 de julio. Del mismo modo, la Junta de Murcia respondió a este decreto de piratería del gobierno central haciendo un llamamiento para que la escuadra estadounidense interviniese en favor del Cantón en caso de internacionalización del conflicto.

Al tiempo que Antonete se dirigió con la Vitoria a Alicante, el vapor Fernando el Católico se dirigió a Mazarrón y Águilas capitaneado por el general Contreras, obteniendo fondos y la proclamación de juntas revolucionarias los días 18 y 19 de julio en Mazarrón y Águilas respectivamente.

La siguiente incursión marítima partió el 28 de julio capitaneada por el general Contreras con las fragatas Almansa y Vitoria en dirección a las costas de Almería y Málaga. Mientras que en Almería el día 30 acabó todo en un bombardeo mutuo entre fragatas cantonales y defensas almerienses, al llegar a Motril la flota cantonal recibió ayuda sanitaria y contribuciones de guerra. Sin embargo, cuando se dirigían hacia Málaga, fragatas acorazadas con pabellón británico y alemán las apresan y desembarcan a la tripulación cantonal junto al Fuerte de Navidad el 4 de agosto. Las dos fragatas cantonales fueron requisadas y llevadas a Gibraltar hasta ser devueltas al gobierno centralista.

Antonete Gálvez Arce. Fuente

En estas semanas también se realizaron una serie de expediciones terrestres a las dos principales ciudades de la zona que aún no se habían adherido a la causa. Desde Murcia partió una con dirección a Lorca el 25 de julio de 1873, pasando por Alcantarilla, Alhama y Totana, pernoctando los cantonales en esta última. A la tarde del día siguiente llegaron a la Ciudad del Sol, donde sus habitantes no opusieron demasiada resistencia, mientras que el Obispo Landeira rehusó reunirse con los rebeldes. Las autoridades huyeron, por lo que Antonete formó una Junta Revolucionaria el 27 de julio que, al irse los cantonales tras obtener una suma de  92.000 reales de vellón, fue disuelta.

Poco después, el 30 de julio en Orihuela confluyeron en la Glorieta las tropas de Antonete con la Guardia Civil, venciendo los cantonales y consiguiendo un cuantioso botín. La victoria en esta ciudad de tradición carlista se decantó a favor de los cantonales al replegarse los guardias civiles y verse estos sorprendidos por las tropas rebeldes de Pedro del Real. Tras la victoria y un incidente con los boticarios de la ciudad, se formó la Junta Revolucionaria y se recaudaron 5.000 pesetas.

Sin embargo, el enfrentamiento terrestre definitivo tendría lugar junto a la estación de ferrocarril de Chinchilla con una desastrosa derrota para los cantonales frente a las tropas gubernamentales del general Martínez Campos el 10 de agosto de 1873. Con la intención de cortar a los centralistas la conexión ferroviaria con el Cantón de Valencia, la expedición cantonal compuesta por 3.000 hombres no pudo evitar una desastrosa derrota al enterarse de la caída de Valencia tras ser bombardeada, pese a que en un inicio consiguieron contener a las tropas centralistas en la estación. Más de 500 bajas y la importante pérdida de la artillería provocaron la caída de la ciudad de Murcia en manos centralistas tan solo dos días después. La derrota pudo ser incluso más desastrosa si en la retirada de los cantonales no hubiesen recibido el auxilio de la columna de reserva situada en Hellín.

Ante los diversos enfrentamientos del Gobierno Provisional de la Federación con el poder ejecutivo del Cantón Murciano en cuanto a materia de recaudación de impuestos en la capital del Segura, este último se encontraba muy debilitado. Con la inminente llegada de las tropas centralistas, el Gobierno Provisional se reunió en Murcia tras la batalla de Chinchilla y decidió la retirada de todos los efectivos a Cartagena.

En estas fechas, el general Pavía había triunfado en su campaña de caza de cantones andaluces, a excepción del de Málaga que aguantó hasta el 19 de septiembre por una serie de litigios del general con el gobierno centralista. Ante esta situación, Cartagena se quedaba sola ante el centralismo como último bastión y principio y fin de la causa cantonal. Sin embargo, las acciones de las tropas centralistas en la provincia de Murcia seguían siendo entorpecidas por la persistencia de sabotajes por dispersos grupos armados cantonales, llegando a declarar Martínez Campos el 3 de septiembre el estado de guerra en la provincia.

El 7 de septiembre de 1873 Emilio Castelar ocupó el cargo de Presidente del Poder Ejecutivo cuando la rebelión cantonal estaba prácticamente sofocada a excepción de Cartagena, quedando suspendidas las Cortes desde el 20 de septiembre hasta el 2 de enero de 1874.

Grabado del “The Illustrated London News” sobre la incursión cantonal en Torrevieja el 11 de septiembre. Fuente

Durante unos meses, los cantonales realizaron una serie de incursiones marítimas por las costas circundantes buscando víveres, munición y apoyo a su lucha: el 11 de septiembre desembarcaba el Fernando el Católico en Torrevieja para apoderarse de bienes tras una breve resistencia; el 16 de septiembre la Numancia, el Méndez Núñez y el Fernando el Católico desembarcan en Águilas y la saquean; el 19 de septiembre una flota cantonal amenaza con bombardear Alicante, pero la fragata británica Lord Warden consigue aplazar los planes cantonales hasta el día 27, siendo respondido el ataque por cañones desde el castillo de Santa Bárbara y el muelle alicantino; el 3 de octubre llega a Garrucha la escuadra cantonal compuesta por la Tetuán y el Fernando el Católico y dirigida por Antonete Gálvez con 1.500 hombres. Tras una serie de incursiones terrestres por Vera, Cuevas de Almanzora y Mojácar, los cantonales volvieron a Cartagena el 6 de octubre con 25.000 pesetas y cuantiosas cantidades de víveres.

Pese a su condición de piratas ante las potencias extranjeras, el mar seguía siendo dominio de los cantonales, y el 11 de octubre la flota dirigida por el general Contreras se enfrenta a los centralistas en aguas de Portmán tras encontrarse con ellos en Cabo de Palos. Casi una veintena de muertos y numerosos heridos, que hubiesen sido más si no hubiera llegado a intervenir la fragata francesa Semíramis y si la escuadra centralista no hubiese huido a Gibraltar tras un segundo encuentro el día 16.

Al día siguiente de este último encuentro, una flota cantonal con el general Contreras y Roque Barcia a la cabeza tomaba rumbo norte para restablecer el Cantón de Valencia. La misión fue más accidentada de lo que se esperaba: en la noche del 19 de octubre, la Numancia acabó hundiendo a su compañero el Fernando el Católico al embestirlo, y su llegada a Valencia no despertó la ilusión esperada. Por esta razón la expedición salió de la ciudad del Turia con rumbo a Cartagena el 21 de octubre, no sin antes hacerse con varios barcos del puerto valenciano.

Plano del sitio de Cartagena. Atlas histórico ilustrado de la Región de Murcia y su antiguo Reino

Poco a poco la situación de bloqueo era cada vez más asfixiante, sufriendo Cartagena ataques por tierra y mar hasta el inicio del sitio de la ciudad en el mes de octubre de la mano del general Martínez Campos con más de 10.000 efectivos. Los bombardeos comenzaron el 26 de noviembre y se prolongaron hasta la rendición de Cartagena el 12 de enero de 1874. Más de 30.000 proyectiles, miles de heridos, decenas de muertos y ruinas por doquier fueron el resultado de una ciudad completamente devastada.

Al tomar el general Ceballos el poder de las tropas sitiadoras, el descontrol se apoderó de los cantonales en Cartagena y las traiciones estaban a la orden del día. Roque Barcia actuó de forma muy incongruente, desde pedir a Ulysses S. Grant enarbolar en el Cantón la bandera de los Estados Unidos el 16 de diciembre de 1873 hasta renegar de la propia insurrección por la que tanto había luchado después de la rendición de la plaza. Algunas escuadras extranjeras consiguieron obtener el alto el fuego del general Ceballos unas horas para evacuar a parte de la población civil de Cartagena el 28 de noviembre rumbo a la bahía de Portmán, tal y como hizo el vapor italiano Anthion.

El 10 de diciembre el general José López Domínguez toma el control del sitio, convirtiendo este último mes a Cartagena en un auténtico infierno del que se hicieron eco los principales medios de comunicación internacionales: el 30 de diciembre la fragata cantonal Tetuán se hunde en el puerto de Cartagena en extrañas circunstancias; el 6 de enero de 1874 explotó el polvorín del Parque de Artillería causando más de 300 muertos en el lugar donde se refugiaban mujeres y niños en su mayoría, enviando Francia, Alemania o Inglaterra embajadas para mediar entre el Cantón y el gobierno central.

Las esperanzas de los cantonales residían en la posible formación de un gobierno afín a sus intereses al reabrirse las Cortes. Sin embargo, el día 3 de enero el general Pavía, que con tanta dureza acabó con los cantones andaluces, llevaría a cabo el golpe de estado que pondría fin a la I República Española antes de que la propia Cartagena cantonal cayese bajo su yugo. En la noche del 10 de enero de 1874 el castillo de la Atalaya, el cual fue fundamental para la defensa de la plaza durante el sitio de las tropas napoleónicas en 1812 y durante la revolución cantonal, fue tomado por los centralistas y se ganó el sobrenombre de “Castillo de la Muerte”.

La fragata blindada Numancia. Fuente

Ante esta situación y el constante bombardeo de Cartagena, a propuesta de Roque Barcia se decidió poner fin a la aventura cantonal en la tarde del 11 de enero. Antonete y su Guardia Blanca se mostraron abiertamente en contra de la rendición, con la esperanza de que la proliferación de núcleos de resistencia esparcidos por la geografía peninsular tumbase el golpe de estado del general Pavía. Para su desgracia, esta situación no se produjo ante la promesa de indulto general y el reingreso en el ejército de los sublevados, compromiso que fue vagamente cumplido.

Ante esta situación, Antonete y la flor y nata del Cantón pusieron rumbo a Orán junto a miles de cantonales abordo de la fragata Numancia. Una épica fuga que rompió el bloqueo marítimo de las naves centralistas Carmen, Vitoria y Zaragoza en la tarde del día 12 de enero de 1874, llegando a formarse en cubierta el Gobierno provisional de la Federación española. Ese mismo día se rendía el Cantón de Cartagena, sobreviviendo durante unos días a la propia I República española.

La ciudad portuaria, sitiada e intensamente bombardeada, fue tomada finalmente por el general José López Domínguez el 13 de enero de 1874, al firmarse la capitulación por una comisión de la asamblea revolucionaria tras sufrir Cartagena largos meses de asedio y estando la ciudad prácticamente en ruinas tras numerosos bombardeos.

La Argelia francesa no ofreció la ayuda esperada por los tripulantes de la Numancia el 13 de enero, acabando estos presos en diferentes puntos de la costa norteafricana.  El 17 de enero la fragata Numancia le fue devuelta al gobierno español sin los codiciados tripulantes que fueron puestos en libertad el 9 de febrero. Sin embargo, numerosos cantonales fueron deportados a las islas Marianas en medio del Pacífico.

Grabado del “Le Monde Illustré” sobre la fragata Numancia el 12 de enero de 1874. Fuente

Para unos, la principal causa del fin de la I República española, para otros, la esencia del federalismo español. Pese a ser tildados por sus contemporáneos de intransigentes y rebeldes al considerar radicales sus pretensiones, las peticiones del levantamiento cantonal exigían numerosas medidas que actualmente son imprescindibles en cualquier estado democrático de derecho: la descentralización del estado, la supresión de las quintas, la reducción de la jornada laboral, la enseñanza obligatoria, el control del trabajo infantil, la abolición de la pena de muerte y la esclavitud en ultramar, entre otras. A pesar de las luces y sombras de este levantamiento entre el mito y la realidad, tenemos que ver en las ideas del Cantón y en figuras como el revolucionario Antonete Gálvez, una auténtica lucha por la defensa de las libertades y derechos de una sociedad que vivió en uno de los periodos más convulsos de la historia española.

La idea del Cantón Murciano como ente jurídico-político no llegó a materializarse en el tiempo más allá de los primeros meses de la revolución. Sus fronteras acabaron circunscribiéndose a las propias murallas de la ciudad portuaria, convirtiendo al Cantón Murciano en la tan ansiada aspiración, y al Cantón de Cartagena en su materialización sitiada por los centralistas.

Sin embargo, esta revolución romántica encabezada desde Cartagena que buscaba formar un cantón regional para construir desde abajo una república federal, acabó perviviendo en el tiempo después de la caída de la propia I República española. Vidas, casas y calles arruinadas que dieron paso a la memoria colectiva y al modernismo como legado de la resistencia democrática del pueblo cartagenero y de la siempre heroica ciudad de Cartagena.

Mapa del sitio de Cartagena 1873-1874

 

Bibliografía|

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