
Terminad de recoger leña; dirijámonos a casa, está al caer la oscuridad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en las tierras del antiguo Reino de Murcia. Así como sucede en otros tantos puntos de la Península Ibérica, como si de una leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer se tratase, en la cuenca del río Segura es tiempo de Ánimas.

Al igual que ocurre en vísperas de San Juan, en estas fechas nuestra tierra muestra una de sus caras más sacras a la par que profanas en lo que a mitología y superstición se refiere. Aunque muchas de las leyendas y tradiciones de diversos pueblos que aquí recogemos sean desconocidas para la mayoría de sus actuales habitantes, existe todavía un legado inmaterial que se resiste a desaparecer como testigo de las creencias de un pueblo que rendía culto y se reencontraba en estas fechas con sus antepasados más queridos.
Entre finales de octubre y principios de noviembre, en buena parte del mundo se celebran festividades relacionadas con el fin de las cosechas y del paso del verano al invierno, siendo la más popular de todas ellas la del mundo celta denominada Samhain, la cual representaba el inicio de su año nuevo.
El Lebor Gabála Érenn, más conocido como el “Libro de las Invasiones de Irlanda”, es un manuscrito del siglo XII que recoge la historia de la fundación mítica del pueblo irlandés tras una serie de invasiones celtas. En la última de estas invasiones, los milesios vencen a los Tuatha Dé Danánn y dividen la isla en dos partes: la superficie donde vivirían los milesios y la subterránea, lugar a donde fueron expulsados los vencidos, viviendo así “una vida paralela a la de los humanos”. La descripción que hace este manuscrito irlandés que recopila tradición, folklore y leyenda de esta época es muy ilustrativa:
“Solamente la noche víspera de Samain, el 1 de noviembre, están las puertas abiertas entre uno y otro de esos dos mundos y los Tuatha Dé Danánn pueden salir de los sidh y socializar con los humanos”
La denominación de fiesta de “Todos los Santos” procede de nuestra tradición romano-cristiana, por la cual el Papa Bonifacio IV en el año 615 dedicó un panteón romano a todos lo santos, cambiándola posteriormente el Papa Gregorio III en el año 741 de mayo al día 1 de noviembre, tal y como la conocemos actualmente, coincidiendo con las tradiciones paganas de otros pueblos que habían sido romanizados y cristianizados.

Ya en el año 998 San Odilón, el abad del Monasterio de Cluny, añadió la celebración de “los Fieles Difuntos” del 2 de noviembre parar orar por las almas de los fieles que habían fallecido; y durante la celebración del Concilio de Trento en diciembre de 1563 la Iglesia reconoció la existencia del Purgatorio.
En el Día de los Difuntos, también llamada Día de Muertos o de las Ánimas, se reza por las almas que están en el Purgatorio y no han alcanzado la purificación para ganarse el cielo. Es precisamente esta última festividad una de las que más fuerza han tenido en España, teniendo gran peso en las tierras del antiguo Reino de Murcia por influencia de órdenes religiosas como los franciscanos.
Con todos estos alicientes observamos que en diferentes partes del globo se entremezcla lo pagano con lo religioso en estas fechas, haciendo gala de la antiquísima tradición de rendir culto a los difuntos documentada desde la Prehistoria. La tradición de que los espíritus de los muertos regresaban en esas fechas a sus antiguos hogares también está, o más bien estaba, muy arraigada en las tierras del antiguo Reino de Murcia, formando parte de nuestro patrimonio inmaterial y reflejo de nuestro acerbo popular.
Más que tiempo de monstruos y asesinos en serie, en Murcia en estas fechas, como en gran parte de España, es, o era más bien, tiempo de ánimas. En la mentalidad popular las ánimas aparecían por casas, cementerios y la huerta volviendo al encuentro de sus seres queridos o para reclamar de ellos el cumplimiento de las promesas que ellos no habían podido cumplir en vida. Se decía incluso que había que llevar cuidado con no pisar a las animicas ya que andarían recorriendo las calles buscando sus casas. Para estas gentes las ánimas reclamaban oraciones, limosnas y misas en su honor, para así purgarse, abandonar el Purgatorio y alcanzar el cielo, y todo ello ha formado parte importante de nuestra tradición y mentalidad dentro de la sociedad murciana hasta hace bien poco. Para muchos todo esto resultará extraño, aunque no tanto la tradición de ir a los cementerios en esta fecha y llenar las tumbas, panteones y nichos de crisantemos y amarantos.

Para las ánimas se llevaban a cabo una serie de ritos de acogida como prepararle al ánima una cama en la casa, encenderle mariposas o la propia lumbre o incluso cocinarle como si fuese un miembro más de la familia a sentarse en la mesa. Incluso algunos rezaban al ánima sola del Purgatorio un padre nuestro para que les avisase al amanecer cual despertador o para encontrar un objeto perdido.
Además de ser tiempo de respeto a los muertos, en estas fechas abundaban los presagios de muerte al más puro estilo de San Pascual Bailón, provocando las ánimas caídas de objetos o proyectando sombras, siendo considerados presagios de una inminente muerte en la familia. Concretamente en la Huerta de Murcia se creía en la existencia del Ánima Sola, la cual erraba por la huerta y avisaba mediante golpes la muerte próxima de algún huertano.
En la localidad hellinera de Isso, los Danzantes cantaban, bailaban y tocaban música en torno a la cama del moribundo o difunto, impidiendo así que el demonio persiguiera su alma. Mientras, en el Alto Segura la última gavilla de la cosecha no se segaba o se lanzaba al aire al grito de “¡Para las ánimas benditas!”, símbolo de unión entre la cosecha y los guardianes del grano, los difuntos. Esta gavilla actuaba de ofrenda para aquellos que custodiaban la fertilidad del campo.
Muchas y variadas son las tradiciones relacionadas con el tiempo de Ánimas en nuestra tierra. En el Noroeste murciano se pensaba que las ánimas, llamadas sombras o visiones en Moratalla, golpeaban las paredes y ventanas de las casas advirtiendo de su llegada y reclamando oraciones y misas para así poder descansar en el cielo. También en el Noroeste y en la Sierra de Segura se encuentran tradiciones semejantes a la de la Santa Compaña de Galicia o la güestia asturiana, donde se consideraba que las ánimas procesionaban con velas reclamando rezos o incluso la presencia en el cortejo del mortal que se cruzase en su camino condenando así su vida. La creencia en estas procesiones de ánimas asustaba a los lugareños, evitando estos el caminar solos hasta tarde en estas fechas.

Para evitarlo, tanto en el Alto Segura como en otras zonas de la Península Ibérica, existe la tradición de recitar la oración de las Palabras Retornadas en la cual se establece un diálogo entre el alma del difunto y el demonio. También coger en brazos a un recién nacido o ponerse un puñado de tierra del cementerio en la boca te protegía de estas procesiones de ánimas.
En cuanto a la tradición de las limosnas, destaca en nuestra tierra la presencia del denominado animero, que ya en tiempos de Diaz-Cassou andaba desapareciendo. En las primeras horas de la noche de Ánimas, e incluso en Navidad, armado con un farol, una bolsa y una campanilla, el animero pasaba de casa en casa llamando a la puerta y al preguntar desde dentro de la casa “¿quién es?”, este respondía “las benditas ánimas”; si se le daba el pago de costumbre respondía “las ánimas den el pago”, si no, les replicaba “otro día será”, respondiendo estos con un “si Dios quiere”.
En estas fechas en torno al día de Todos los Santos destacan las hermandades, cuadrillas o campanas de música tradicional religioso-folklórica denominadas auroros. Aunque se cree que pueden tener sus orígenes en la Baja Edad Media, los auroros tuvieron su máximo desarrollo en los siglos XVIII y XIX, siendo su único instrumento una campana y la voz de sus miembros que estaban bajo la advocación de la virgen.
Esta tradición transmitida oralmente de generación en generación, además de su fuerte presencia en la Navidad y la Semana Santa, destaca en el denominado “Ciclo de Difuntos” o tiempo de ánimas por estas fechas. Los denominados salves se entonan en los cementerios al caer el sol, manteniendo el mismo estilo musical que en el resto de ciclos pero con letras relacionadas con los difuntos. Además de la campana, suelen ir acompañados de un farol que alumbra a las almas de los hermanos fallecidos para que encuentren lo que aún no han hallado. Estas tradiciones acaban llegando hasta el ciclo de Navidad, destacando la despedida de las ánimas de Blanca, localidad donde el 6 de enero se cantan coplas por la “despedía” de estas.

Bajo este aura de respeto a las Ánimas y a los Santos Difuntos, siempre presente en nuestra cultura en estas fechas, en ciertas comarcas aparece lo que llamamos la figura del Mal Cazador o Cazador Negro, tanto por la zona de los campos de Hellín, Yeste, Moratalla y Lorquí como en el Campo de Cartagena. Estos cazadores, que no respetaban fechas sagradas como el día de Todos los Santos o de las Ánimas, acaban recibiendo el castigo por parte de animales que les persiguen para golpearles, no consiguiendo nunca acertar en sus tiros o siendo incluso condenados al infierno. Mientras que en Moratalla eran perseguidos por aves, en Cartagena eran machos cabríos de gran tamaño, creyéndose que estos animales eran ayudados por demonios o por las propias ánimas.
Mientras que en el Campo de Cartagena los ataques también acontecían cuando los familiares bebían vino en las tascas en vez de rezar por las almas de sus familiares fallecidos, en Moratalla se producían ataques de burros o desprendimiento de piedras al cazar cerca de los cementerios en estas fechas.
Una de las leyendas con más arraigo en estas fechas en nuestra tierra es la del Castillo de la Concepción de Cartagena. La historia cuenta que un cristiano renegado fue ajusticiado en Cartagena por corsarismo. Tiempo después, Ana, la hija del vigía de la fortaleza Pedro Espín, se enamoró del capitán de los ballesteros Juan Maldonado. Pedro Espín se opuso a tal relación y asesinó a Juan Maldonado en una noche del día de Todos los Santos. Las gentes culparon al ánima del corsario ajusticiado y emplearon agua bendita para purificar el castillo. En esta misma fortificación existe la leyenda de la emparedada Doña Sol y su amor prohibido con Don Mendo.

Con los siglos, la fusión de la fiesta pagana de Samhain con la fiesta de Todos los Santos cristiana dio lugar a la celebración el 31 de octubre de la vigilia del día de Todos los Santos en el mundo anglosajón, en inglés “All Hallow’s Even” (Halloween). En la Huerta de Murcia está atestiguada entre los zagales la existencia de una tradición similar al “truco o trato” anglosajón. En estas fechas, en torno a la víspera de Tosantos y en la noche de Ánimas los zagales iban de casa en casa diciendo “Dame la orillica del quijal; si no me la das te rompo el portal” para obtener frutas, dulces y demás viandas típicas de esta época del año. La tradición oral recuerda que en comarcas como la Huerta de Murcia y el Campo de Cartagena los zagales vacían, tallaban y decoraban con una vela melones, calabazas y otras frutas y verduras para asustar a los transeúntes.
Muchas son las leyendas que abundan en nuestra tierra para asustar a los zagalicos y a los que no lo son tanto en estas fechas al calor de una buena lumbre con delicias como el arrope y calabazate, tostones, pan de higo, leche frita o huesos de santo: desde la maldición del Teatro Romea, la Casa de los Descabezados o la Casa del Duende en Murcia, pasando por las numerosas leyendas de encantadas en la noche de San Juan como la de Fuente Caputa o Coy hasta el exorcismo de la Mano Negra en Churra, la Casa de las Cayitas en Alcantarilla, el Monte Arabí en Yecla, la Nao Fantasma en Cartagena o La Rusa en la Isla del Barón.
Existe un legado inmaterial en nuestra tierra vinculado al tiempo de ánimas que se resiste a pasar a mejor vida, ya sea viendo al Tenorio, leyendo a Pedro Díaz-Cassou, comiendo buñuelos de viento para salvar almas del Purgatorio o asustando a zagalicos con la venida del Tío Saín. Solo basta con recordar el respeto que le debemos a las ánimas, ya que “No te burles del que sabe en Murcia á hacer su papel, que Dios sabe si mañana será ánima también”.

Bibliografía|
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