Convivencia, expulsión y legado. El Valle de Ricote como último reducto morisco

Mapa del Reino de Granada y Murcia de 1635

“moriscos los atavíos y moriscas las maneras y moriscas las costumbres son en mi tierra…”

Mi tierra morisca, Vicente Medina

Con versos como este el poeta archenero refleja la impronta cultural que dejaron los moriscos en su tierra pese a haber sufrido su particular diáspora a principios del siglo XVII bajo el reinado de Felipe III. En total se estima que unos 14.000 moriscos murcianos fueron expulsados de su tierra pese a la constante comunicación que mantuvieron con la Corona diferentes autoridades y personalidades del Reino de Murcia para evitar tal atropello.

Para comprender estos hechos debemos remontarnos al proceso de repoblación tras la conquista castellana, es decir, a la inmigración colonizadora de la Corona de Castilla apoyada en la fuerza de las armas. Tal y como se refleja tanto en las fuentes escritas como materiales, los intentos de colonización no fructificaron en el Reino de Murcia y el territorio padeció una fuerte escasez de habitantes en los primeros siglos.

Órdenes militares en la Península Ibérica durante la Baja Edad Media. Fuente

Pese a que Alfonso X se reservó como ciudades de realengo los principales núcleos urbanos del reino (Murcia, Lorca y Cartagena), parte de ese territorio de frontera fue dejado en manos de diversas órdenes militares, las cuales se encargaron de la organización social del territorio. De esta forma, ejercieron su papel militar al tiempo que sus encomiendas ejercían un papel muy importante en la definición de la frontera, utilizando los antiguos puntos fortificados andalusíes como núcleos organizativos y jerarquizados de su entorno geoeconómico, canalizando de tal forma la colonización cristiana de ese territorio. Así controlaban de forma más eficaz a la población y los recursos que estos explotaban.

La Orden Militar de Santiago se impuso como la gran poseedora de esta zona junto al infante don Manuel, ampliando su dominio por las montañas y expandiéndose por el noroeste ante la extinción de la Orden del Temple. Entre las posesiones de esta orden se encontraba la micro-región de Ricote, un valle en el que no se sufrieron grandes cambios al permanecer esta zona habitada y poblada por musulmanes bajo el control de de los santiaguistas hasta casi finales del siglo XV.

Antes de adentrarnos en la sociedad morisca habría que aclarar los conceptos de mudéjar y morisco. Los mudéjares eran los musulmanes que vivían en territorio cristiano pero, tras la Pragmática del 14 de febrero de 1502 de los Reyes Católicos, son obligados a ser bautizados o expulsados, denominándose a los que se convirtieron y no se fueron como moriscos.

Este acto incumplía y rompía lo acordado en las Capitulaciones de Granada entre los Reyes Católicos y Boabdil, en las que se garantizaba el respeto de las diferentes manifestaciones culturales y sociales islámicas. Esta obligación al bautismo se extendió por todos los territorios de la Corona, realizando los mudéjares convertidos del Valle de Ricote numerosas protestas al ver mermados sus derechos, siendo la más fuerte de ellas la realizada en el año 1517.

Poblamiento morisco en la Península Ibérica según Lapeyse. Fuente

 

Habría que esperar a los primeros años del siglo XVII para que la expulsión de los moriscos de España comenzase a hacerse efectiva. Comenzó en el año 1609 y acabó en 1614 con la expulsión del último reducto español de la comunidad morisca, el Valle de Ricote. Se realizó de forma escalonada, comenzando por Valencia, Andalucía, Extremadura, Castilla y Aragón.

Las principales causas que motivaron la represión y expulsión de los moriscos estaban relacionadas con la religión, la economía y el temor de la Corona y muchos de sus habitantes a la ayuda que pudieran prestar estos moriscos a los diferentes ataques por mar provenientes del norte de África y el imperio turco otomano. Pero sería la guerra de las Alpujarras (1568-1569) el detonante definitivo para la proliferación de estos decretos de expulsión, surgiendo un estado de intransigencia desmedida.

Numerosas órdenes de Felipe III llevaron a una represión total de la cultura morisca, desde la lengua y las ceremonias hasta los ropajes, acciones represivas en las que mucho tuvo que ver la Inquisición. Fue en este momento cuando la relación entre cristianos nuevos y viejos se complicó en un mayor grado, acentuándose los conflictos sociales generados por la denominada “limpieza de sangre”.

Tras la guerra de las Alpujarras fueron expulsados los moriscos de Granada a otras zonas de España en 1570. Llegaron al Reino de Murcia cerca de 2500 moriscos granadinos, intercediendo las propias autoridades murcianas para que arribasen a nuestras tierras al saber de la importancia de su mano de obra especializada. Bien sabido era que los moriscos destacaban en sectores económicos como la agricultura y la artesanía, siendo conocidos por su maestría con el esparto, la cerámica, el vidrio y, sobre todo, la seda.

Desde este momento debemos señalar en este territorio la diferencia entre dos tipos de comunidades musulmanas convertidas: los moriscos llegados de Granada y los moriscos tradicionales del Reino de Murcia, siendo muchos de ellos migrantes de Valencia y Granada movidos en la Baja Edad Media por los programas de repoblación de la Corona de Aragón y Castilla respectivamente. Parte de los moriscos granadinos llegaron sobre todo al Valle de Ricote y la Huerta de Murcia, no siendo en muchos casos igualmente asimilados que las antiguas comunidades islámicas.

“La expulsión de los moriscos” de Gabriel Puig Roda en 1894. Fuente

Durante el reinado de Felipe III, su valido el Duque de Lerma promulgó el Decreto de Expulsión de los moriscos de 1609, los cuales comienzan a salir de diferentes puertos de España, como Cartagena, hacia otros puntos del Mediterráneo.

Ante estos decretos, las diferentes autoridades murcianas intervinieron en numerosas ocasiones a favor de los moriscos ante la Corona, alegando diferentes razones para su no expulsión. En muchas ocasiones alegaban su ejemplar cristiandad, tal y como se refleja en palabras como estas enviadas por el Concejo de Murcia a la Corona:

no queda en ellos muestra, ni resabio de donde se pueda concebir sospecha ni desconfianza alguna; son la mayor parte nacidos y criados en esta ciudad, que se afrentan por ser tenidos por descendientes de Cristianos nuevos”

En otras ocasiones alegaban la necesidad de esta comunidad por su fuerte especialización en diferentes oficios, llegando a pedir el propio Concejo de Murcia a Felipe III que no expulsase a un morisco experto en la distribución del agua “aunque no se convirtiese a la fe católica”.

Pese a esa defensa de los moriscos en Murcia por diferentes autoridades y colectivos, existía el miedo en algunos sectores de la sociedad murciana a que estos ayudasen a sus hermanos de religión en las incursiones que efectuaban los piratas berberiscos en nuestras costas. De esta forma, el Tribunal de la Santa Inquisición en Murcia juzgaba en mayor medida casos de herejía islámica, ejecutando por ejemplo a 154 moriscos murcianos entre mediados y finales del siglo XVI. Pese a la supuesta conversión al catolicismo, la permisividad no estaba en muchas ocasiones a la orden del día y muchas de estas condenas eran motivadas por otras causas como el lucro económico.

Tras las diferentes peticiones venidas del Reino de Murcia, Felipe III decidió no expulsar a los moriscos de este reino por mostrar las diferentes autoridades murcianas que estaban bien asimilados en la sociedad y en la fe católica, así como por su especialización en la industria de la seda.

“Desembarco de los moriscos en el Puerto de Orán” pintado en 1613 por Vicente Mostre. Fuente

Cuando Felipe III envió al fraile Juan de Pereda al Reino de Murcia para decidir si deberían ser expulsados o no los moriscos murcianos según su conversión al cristianismo, este respondió en favor de los moriscos. Numerosos son los testimonios de diferentes autoridades religiosas: Mientras que la Santa Inquisición los apoyó diciendo que “No han sido castigados de 40 años a esta parte. No así los moriscos valencianos y granadinos“, el obispo de Cartagena, Sancho de Ávila, declaró su respaldo a los moriscos al decir que “Ninguno vestía a lo morisco, bebían vino y comían tocino. No hablan arábigo ni lo entienden“.

Tras numerosos retrasos se hizo efectiva la expulsión de los moriscos pese a la queja del Concejo de Murcia en una carta de 1609 a Felipe III en la que se expresaban frases como “dejad a los moriscos en su quietud y sosiego”. Primero fueron expulsados los moriscos granadinos del Reino de Murcia bajo el decreto de expulsión del 8 de octubre de 1610, no afectando este decreto a los moriscos murcianos por decir el monarca “que estaban muy emparentados y unidos con los cristianos viejos y vivían como tales católicos ejemplarmente“. Pero un año después, el 8 de octubre de 1611 decidió extender esta orden al resto de moriscos antiguos, los cuales vivían en gran número en el Valle de Ricote bajo la encomienda de la Orden de Santiago.

Se consiguió que la orden fuese aplazada en el Valle de Ricote, pero ya Felipe III con la resolución del 4 de marzo de 1613, dio un plazo de diez días para la venta de sus propiedades y decide expulsar a todos los moriscos que quedan en el Reino de Murcia. En esta resolución se decía:

Que sean expelidos todos los moriscos mudéjares, así hombres como mujeres que viven y residen en el Valle de Ricote. He tenido informaciones muy ciertas que estos moriscos proceden en todo con mucho escándalo y para expelerlos hay las mismas causas que hubo para echar a los demás

“Expulsión de los moriscos de Ricote” por Luis Molina Sánchez. Fuente

El 19 de octubre de 1613 se procedió a la expulsión, momento en el que, tal y como refleja la documentación de la época, se tomaron diferentes medidas por parte de los moriscos para evitar la inminente diáspora: “Unos se quedaron camuflados en la sierra y protegidos por señores y convecinos y otros profesando la fe en conventos deprisa y corriendo“.

Los moriscos tuvieron que vender gran parte de sus bienes para exiliarse, pasando la mitad de estos a la Corona. Al ser aplicado un cortísimo plazo de venta, la Corona provocaba que los moriscos malvendiesen sus productos, así como el inicio de un proceso acumulativo de la tierra que cayó en manos de grandes familias. Parte de los fondos que obtuvo Felipe III de los bienes de los moriscos fueron invertidos en la construcción del Santuario de la Vera Cruz de Caravaca.

Diferentes grupos de moriscos fueron expulsados entre diciembre de 1613 y el mes de enero del año siguiente. Se expulsaron a moriscos de Villanueva del Río Segura, Ricote, Abanilla, Fortuna, Pliego, Ceutí, Campos del Río, Lorquí, las Torres de Cotillas y de pedanías murcianas como Javalí, La Ñora o La Raya, además de otros numerosos puntos del reino.

Los moriscos del Reino de Murcia se embarcaron en el puerto de Cartagena con diferentes destinos, desde Mallorca u Orán hasta Génova, Livorno o Nápoles. En estas fechas se embarcaron unos 7.000 moriscos, principalmente para los puertos italianos, entre los que se encontraban 2.500 del Valle de Ricote. Esta expulsión estuvo a cargo del conde Salazar, el cual dirigió a los tercios para trasladar a los moriscos hasta el puerto de Cartagena, encargándose la Armada Real de transportarlos a los puertos externos.

Encuentro entre Sancho y Ricote en la “Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha”. Fuente

Estos decretos provocaron una fuerte crisis demográfica en todas aquellas zonas donde habitaban en gran número los moriscos, ya que fueron expulsados unos 300.000 de todo el territorio peninsular. Valencia, Aragón y después Murcia, Extremadura y el Valle del Guadalquivir fueron las zonas más afectadas, ya que supuso una fuerte disminución del trabajo en los campos y otros sectores especializados de estos y vinculados a la artesanía. Pese a ello, quedó documentado el fracaso de la expulsión en algunos pueblos por la permanencia o el retorno de familias moriscas, tal y como queda documentado en pueblos como Albudeite, Abanilla, Archena, Molina o Fortuna.

Un buen ejemplo de que este decreto de expulsión no se cumplió a rajatabla es la carta fechada el 8 de agosto de 1615 que envió uno de los brazos ejecutores de la expulsión, el conde Salazar, al rey Felipe III en la que decía:

En el Reino de Murcia, donde con mayor desvergüenza se han vuelto cuantos moriscos salieron, por la buena voluntad que generalmente los reciben todos los naturales y los encubren los justicias

Otro ejemplo de la permeabilidad del decreto de expulsión fue relatado por el visitador de la Orden de Santiago Jerónimo Medinilla, cuando censó en 1634 una gran cantidad de moriscos que habían regresado. Incluso Cervantes en la segunda parte del Quijote, El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, cuenta como Sancho se encuentra a un viejo amigo llamado Ricote, en alusión al valle murciano. Se trata de un capítulo en el que se destaca el drama de esta expulsión, al tiempo que muestra como muchos habían vuelto tras esta. En boca de Ricote, Cervantes habla en nombre de los moriscos al decir:

Do quiera que estamos, lloramos por España que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural

El Reino de Murcia fue el último reducto morisco en España, ya sea por el definitivo decreto de expulsión que fue dirigido a este territorio, por los testimonios referidos a los que quedaron y volvieron o por las propias palabras que Cervantes puso en boca de Ricote. Este valle del curso medio del Segura se convirtió en símbolo de convivencia y resistencia de la sociedad morisca, manteniendo en cada pico-esquina de los pueblos ricoteños de Abarán, Ricote, Cieza, Blanca, Archena, Villanueva del Río Segura, Ulea y Ojós la huella imborrable de un legado cultural que la convierte en nuestra tierra morisca, ya sentida por Vicente Medina en sus “Aires Murcianos”.

Ya que, como dice el poeta archenero, “En el valle de Ricote los moros tavía están… de los barrancos aquellos no los pudieron echar”. Un legado morisco inmaterial que seguirá vivo en cada “hilico de agua” de este valle sin que ningún decreto lo pueda expulsar.

 

Mapa del Reino de Granada y Murcia de 1635. Fuente

Bibliografía|

GARCÍA AVILÉS, J. M.: Los moriscos del Valle de Ricote, Alicante: Universidad de Alicante, 2007.

HERNÁNDEZ FRANCO, J.: “Aproximación a la historia de la minoría morisca en el reino de Murcia durante la Edad Moderna (1501-1614)”, Anales de la Universidad de Murcia. Letras, Vol. 40, Nº 3-4. Murcia: Universidad de Murcia, 1982. pp. 68-99

LISÓN HERNÁNDEZ, L.: “Mito y realidad de la expulsión de los mudéjares murcianos del Valle de Ricote”, AREAS, Nº 14. Murcia: Universidad de Murcia, 1992. pp. 141-170

VILAR, J. B.: Los moriscos del Reino de Murcia y Obispado de Cartagena, Murcia: Academia Alfonso X el Sabio, 1992.

VV.AA.: Historia e historiografía de la expulsión de los moriscos del Valle de Ricote, Murcia: Universidad de Murcia, 2015.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*