Arquitectura del olvido y Arqueología de la memoria. Heridas sin cicatrizar en el último reducto de la II República

Cárcel Vieja de Murcia. ultreia

“Todos los prisioneros tuvieron que desfilar ante los cuerpos sobre los que ya empezaban a revolotear unas moscas verdes. Por la tarde, un equipo los tiró a la caja de un tractor y los llevó al muro. La tumba estaba siempre abierta”

Con estas crudas palabras recogidas en su obra “Raíces amargas”, el albaceteño José Vicente Ortuño narra las miserias de los presos políticos, entre los que él mismo se encontraba, en la construcción durante el franquismo del pantano del Cenajo situado entre las provincias de Albacete y Murcia.

Este capítulo tan oscuro de nuestra Historia fue sacado a la palestra por las investigaciones del historiador ceheginero Víctor Peñalver para su Tésis Fin de Máster titulada “Trabajos forzados en la construcción del pantano del Cenajo. Una modalidad represiva franquista”.

Este y otros numerosos casos son reflejo de los actos represivos y violentos que tuvieron que vivir numerosos murcianos y murcianas con la victoria del franquismo tras tomar “sus últimos objetivos militares” el 31 de marzo de 1939. Estos objetivos no eran otros que los núcleos urbanos de Almería, Murcia, Cartagena y Alicante, los cuales fueron tomados en este último día de la Guerra Civil al ser los últimos reductos del gobierno legítimo de la II República Española.

Con especial virulencia vivió el final de la guerra y el franquismo esta zona del Sureste peninsular que votó claramente a favor del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Una zona que además, en su condición de retaguardia, había ido acogiendo a numerosos refugiados republicanos conforme sus ciudades y pueblos eran tomados por el ejército sublevado, siendo especialmente simbólico el caso de los malagueños tras la conocida masacre de la Desbandá.

Pese a la aplicación de la Ley de Memoria Histórica, aprobada en el Congreso de los Diputados el 31 de octubre de 2007, esta se ha quedado insuficiente, sin dotación presupuestaria desde 2013 y no aplicada en numerosos de los municipios que pueblan nuestra tierra a tenor de la vinculación al franquismo del partido que gobernase o gobierna en ellos.

En el pasado mes de febrero Cartagena retiró el último monumento franquista en aplicación de la Ley de Memoria Histórica, al tiempo que el Museo-Refugio de la Guerra Civil (ubicado en las faldas del Cerro de la Concepción) lleva desde principios de siglo narrando uno de los episodios más tristes de nuestra Historia, cumpliéndose este año el 80 aniversario de los bombardeos que sufrieron Águilas y Cartagena durante el verano de 1938.

Mientras tanto, otros municipios de nuestra tierra mantienen fosas sin excavar, calles con nombres de personajes tristemente ilustres de la dictadura franquista o colegios como el de Fuente Álamo con el nombre de José Antonio Primo de Rivera, que conserva tras numerosos litigios. Y qué decir de los ayuntamientos que todavía se niegan a reconocer la memoria de sus paisanos republicanos que fueron deportados a campos de concentración nazis, pese al gran trabajo de investigación y concienciación que está realizando el ya citado historiador Víctor Peñalver. O de esa Cárcel Vieja de Murcia que acogió durante la dictadura a tantos y tantos presos republicanos como el Maestro Castaño  y que ahora comienza su rehabilitación en la cual, por desgracia, la Memoria no ocupará el espacio que merece y la sociedad requiere.

Ya sea excavando fosas o rehabilitando edificios para la Memoria, mucho trabajo queda por hacer en una tierra en la que solo la labor de la Federación de Asociaciones de Memoria Histórica de la Región de Murcia y de unos pocos  historiadores, periodistas y ciudadanos comprometidos luchan por una deuda histórica tan justa como necesaria. Todo por esos tantos hombres y mujeres que lucharon por la Libertad y la Democracia, entre los que se encuentran más de 114.000 desaparecidos a lo largo y ancho de la piel de toro, cuyo desinterés por su identificación hacen visible una de las mayores vergüenzas de nuestra sociedad.

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